jueves, 4 de marzo de 2010

tetas asustadas y patatas germinadas...




Dos son sus bagajes: 2009: Oscars: nominada a la mejor película de habla no inglesa y 2009: Festival de Berlín: Oso de Oro, Premio Internacional de la Crítica FIPRESCI.
La pasada noche del martes, tuve la suerte de enceder la TV cuando ponían una película hispano-peruana que me dejó completamente sorprendida.

Se trata de "la teta asustada", mezcla de sordidez, temores e incomprensiones que parecen lejanos a esta época pero que reflejan en cierta medida, los miedos con que todos cargamos en el subconsciente, cada uno, con los suyos propios.

La teta asustada cuenta la historia de Fausta, que desde el vientre y durante la guerra del terrorismo en Perú, vivió el asesinato de su padre y la violación de su madre.

Muchos expertos dicen, que algunos acontecimientos vividos por el feto dentro del interior de la madre le marcan significativamente.También la trasmisión de los sentimientos de la madre, pueden influir en la leche materna que alimenta al hijo ya nacido.

Estas son algunas de las respuestas que cientificamente, tratan de arrojar luz sobre la extraña enfermedad llamada "La teta asustada", que transmite el miedo y el sufrimiento de madres a hijos a través de la leche.

La inesperada muerte de la madre de Fausta, le hace enfrentarse de golpe con sus temores y sus traumas sexuales.


"La teta asustada" esta dirigida por la sobrina de Mario Vargas Llosa, Claudia Llosa.

El mensaje que encontré bien latente en la película es una firme apuesta por enfrentarse a las heridas del pasado para así poder sanarlas, por muy duras que sean.
Aderaza todo este sufrimiento y terror psicologico: una pianista endivada y aprovechada: Aida, que se aprovecha de la creatividad musical de Fausta y a cambio, le ofrece las perlas rotas de su collar, para pagar el entierro del eterno cadaver viajero de su madre.






un esperpéntico escenario de bodas populares, donde quizá se roza el rídiculo, pero que no consigue arrancar la carcajada del espectador, inmerso en tanta congoja contenida de la protagonista.





 un jardinero pieza clave para su liberación y una metáfora plasmada en una infinita escalera -sin baranda- que Fausta tiene que subir varias veces, sin duda como los mismos peldaños de su escarpado camino hacia el fin de sus traumas.




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