miércoles, 13 de noviembre de 2013

El poeta pobre



De siempre es sabido que escribir o componer no convierten a uno en rico.
Puede que alguna vez se conjugue la suerte y la buena promoción y de un anónimo principiante salga un best-seller de esos que sirven de sillares en las enormes pirámides de libros de las grandes superficies.
Pero casi nunca es asi.
El  escritor, y muy en especial el poeta lleva su vida unida a la pobreza.
Pobreza, porque su afán por escribir lo deja inútil para cualquier otra ocupación remunerada.
Pobreza, porque no hay nada mas importante, ni mas vital que seguir rellenando folios y emborronando papeles en blanco hasta conseguir expresar el sentimiento que le acongoja.
Porque solo se escribe en los dos estados máximos de amor o desamor, de plena felicidad o total sufrimiento.
Porque el poeta no surge de la cotidiana rutina gris y la insignificancia del paso de los días.
Sin amor no hay poema, sin desamor, tampoco, ruina , amor, penalidades del cuerpo y del alma.

Carl Spitzweb refleja en este oleo en The Poor Poet el día a día del poeta.
Un cuarto donde se duerme se asea se escribe y se come.
Los libros se convierten en improvisado mobiliario; un tendedero convive con un paraguas que cubre una gotera. 
Ni siquiera un armario alberga la ropa y el calzado que se esparce por el cuartucho aleatoriamente.
Pero él es feliz, enciende un cigarrillo y espera reflejar lo que siente en una cuartilla, con sus rodillas de atril.

¡Qué más dá la pobreza!


Mientras se sienta que se ríe el alma, 
sin que los labios rían; 
mientras se llore, sin que el llanto acuda 
a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza 
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía!


Alexandre Cabanel. El poeta hablando con su musa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario